Conservar los alimentos guardándolos en épocas de abundancia para poder así consumirlos en tiempos de escasez ha sido una de las aspiraciones del hombre desde los primeros tiempos.
En este afán por prolongar la vida de un producto fresco, el mundo del mar siempre ha ocupado un papel muy relevante. Así es como, poco a poco y desde tiempos muy remotos, se fueron ideando métodos de conservación que, efectivamente, prolongaban el tiempo de consumición de estos productos. Entre estas técnicas primitivas estaba el secado de los alimentos al sol, la conservación en sal, en azúcar o en vinagre. También se utilizaron técnicas de secado al aire y, por supuesto, la conservación de los alimentos mediante el frío.
Sin embargo, no fue hasta finales del siglo XVIII cuando el francés Nicolás Appert inventó la conserva como método de conservación de los alimentos. El proceso, que se asocia con un tratamiento térmico y un envase estanco, preserva las cualidades nutricionales, vitamínicas y organolépticas de los productos. Es un método de esterilización natural que no necesita aditivos y que permite preparar los alimentos con una rapidez y una facilidad inigualables.