Una mirada a la retina
El pez cebra (Danio rerio) es uno de los modelos más habituales usados en ciencia para estudiar las bases moleculares desencadenantes de dolencias tan dispares como el alzhéimer, el párkinson o la retinitis pigmentosa. Constituye por tanto un instrumento valioso para investigar los trastornos visuales. Pero ¿qué ventajas conlleva el uso del pez cebra, si se tiene en cuenta que otros modelos animales habituales, como las ratas y los ratones, presentan una mayor cercanía filogenética con los humanos?
En la retina de todos los vertebrados coexisten dos tipos de células fotorreceptoras: los conos, encargados de la percepción del color, y los bastones, responsables de la visión en condiciones de baja intensidad de luz. Los humanos poseemos una región en la parte central de la retina, la fóvea, sobre la cual inciden la mayoría de los haces de luz y que se halla compuesta exclusivamente por conos. En cambio, los roedores carecen de fóvea. Además, los humanos presentamos una visión tricromática; percibimos tres colores básicos, el rojo, el verde y el azul (con sus respectivas combinaciones) gracias a tres tipos de conos. Los múridos, por su parte, son dicromáticos, lo que devalúa su uso en este tipo de investigaciones.
A diferencia de los roedores, el pez cebra posee una retina en la que predominan los conos; podría equipararse a una gran fóvea. Por otro lado, el conocimiento casi total del genoma del animal ofrece posibilidades extraordinarias de manipulación genética con las que simular deficiencias de ciertas proteínas, posibles causantes de enfermedades. Asimismo, la especie presenta un desarrollo embrionario muy rápido: tres días después de la fecundación, el embrión ya cuenta con un sistema visual funcional (ya responde a estímulos luminosos). No obstante, esta funcionalidad está basada únicamente en la actividad de los conos, puesto que los bastones no son activos hasta los diez días. Ello ofrece un período de siete días para estudiar una retina desprovista de bastones, un aspecto muy interesante dada la abundancia de trastornos visuales asociados a la disfunción de los conos.
Fuente: Dan Larhammar, David Lagman y Xesús M. Abalo, Departamento de neurociencia Universidad de Uppsala